En estos instantes nos encontramos en el cuarto
oscuro de la ceremonia, en el diario que evocaremos ya de ancianos, en la
despensa de los inviernos gélidos: quince días con sus apasionantes noches,
medio mes de incandescencia a la orilla del mar, miles de horas para
desnudarnos, amarnos y volvernos a arropar, para confesarnos que hay secretos
inconfesables y para navegar entre los temores sin miedo. Millones de segundos
con licencia para la soledad, para la compañía, para la música y el silencio,
para las palabras y sobre todo para afianzar que lo mejor es poder compartirlo
contigo.
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