“Hola princesa”, eso me soltaste al llegar a casa,
me recordó entonces la película italiana aquella que vimos hace años en ese
cine al aire libre. Cohabitábamos en casas distintas, desayunábamos en alcobas
diferentes y no, no nos conocíamos.
Te miré al tiempo que sacaba una botella de vino
blanco del frigorífico, tú me acercaste dos copas y vertí líquido en ellas. Comentaste
que habías tenido mucho lio en el trabajo y que tenías una idea para el fin de
semana. Sonreí. Me senté en el sofá y estiré las piernas hasta alcanzar tus
ingles. Pusiste algo de música y seguiste hablando.
Adoro la estrategia que usas cada noche para
llevarme a la cama, me invitas a escucharte, elaboras un mapa de recónditos lugares
por mis piernas hasta alcanzar la punta de los dedos, yo interpreto volcanes
con mis plantas, y para rematarlo preparas la cena.
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