Me quedaría a vivir en tu abrazo,
ese que sabe como a estar en casa, y confeccionaría un hilván de momentos para
amenizar el resto del tiempo, pero con hilo grueso, para que no haya nada que
pueda romperlo. Y al llegar la noche desataría una cadena de sensaciones: esa
primera mirada, el primer roce, tu risa y mi sonrisa, las pautas y los enlaces,
¿te acuerdas de aquella tarde de verano en la que aparcamos todo y salimos a
pasear?
Y no digamos si me pierdo entre
tus caricias, las de ahora, las intensas, las que penetran en la piel sin
sobresaltos pero llenas de emociones, cariño, si así fuera ya no habrá forma de
echarme de casa.
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