Minimalizo
todo aquello que poseo y lo que quiero decirte. No valen las grandilocuencias
cuando lo único que persigo es pasar una noche más contigo. Sin palabras
concibo la escena, recorro la estancia descalza, desnuda y desarmada, me dejo
querer. Tú aterrizas insolente, inquieto y distraído, me buscas entre los
huecos de la estantería del salón mientras te quitas los zapatos, y la camisa,
y las gafas, y me perviertes con tu mirada.
Mantengo
la seducción hasta la orilla de la cama, me enciendo, acaricias los límites de
mi cuerpo, conservas la calma, me haces rogarte que avances y profundices en la
conversación tácita que mantenemos desde hace unos minutos. Dejas tu mensaje en
morse sobre mi piel y yo te vocalizo a muerdos tu astrolabio.
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