No
recuerdo cuándo fue que me dijiste que todo había cambiado.
El
portal se cerró hiriente, chirriante, mientras el agua nieve celebraba la
despedida. Recuerdo, eso sí, qué llevabas puesto, camisa de cuadros azules,
jersey azul marino cuello en pico, pantalones de pana tostados, chaqueta
marrón, de pana también. Tenías una pequeña cicatriz sobre la ceja de alguna
bota de fútbol, durante el recreo, y a la espalda, la cartera de piel
plastificada marrón oscura.
Agonizaba
la tarde y el tiempo sabía que llegaría el momento de decirnos adiós.
A
partir de aquel día los días se volvieron grises, la nieve avecinaba la llegada
de la Navidad,
luces en las calles. En la plaza pusieron un enorme árbol que adornaron durante
horas y que luego se tornó níveo. Las tiendas anunciaban la llegada de los
Reyes Magos con regalos y colores en los escaparates.
Y
yo sólo quería jugar contigo.
Me
he dado cuenta de que las despedidas tienen el mismo dejo vayas donde vayas,
tengas la edad que tengas y seas quien seas.
(del libro Treinta y seis, ed.Bubok, 2009)
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