Asciendo las escaleras, quedamos en
encontrarnos al salir del trabajo. Tú llegarías cinco minutos antes, yo cinco
después. Admito que estoy nerviosa. Hacía mucho que no nos buscábamos fuera de
la monotonía de los días. Al amor hay que alimentarlo con historias, con
fragancias y aventuras que retomen la pasión de aquellos primeros instantes en
los que nos cruzamos:
Una calle, un toldo, la lluvia y tus
ojos.
Una cafetería, un té con limón, una
melodía y tus manos.
Un parque, el sol, un enigma y tus besos.
Un dormitorio, una cama, una fragancia y
tu cuerpo.
Alcanzo la noche, el sofá y tu cuerpo
desnudo. No necesito un 14 de febrero para que se me acelere el pulso y aterrice
en tu boca.
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