La amistad nace por casualidad. Un día
estás tomando un café con un amigo y este se tropieza con otro, y es entonces
cuando las esencias ajenas se cruzan, se organizan y tras unas palabras notas
que es afín a ti.
Pasan los días, subvencionados por
palabras y algún que otro mensaje, y decidís romper con la distancia y quedáis,
entra entonces en juego el tiempo, la calidad de este al calor de un cortadito,
algo de música y buena conversación. Que en lo sucesivo las citas y llamadas
sean más habituales depende de ese primer contacto.
Las amistades se afianzan a base de
recuerdos, “¿te acuerdas del día que…?”, “Claro, nunca podría olvidarlo…”, esas
sentencias son como las cartas en un castillo de naipes, el día que una de
ellas se desequilibra lo hace todo lo conseguido hasta ese momento. Las
amistades se conservan sin mentiras, sin condiciones, sin sobresaltos. A un
amigo no se le puede exigir, el amigo está sin que se lo exijas.
Abogo por esas amistades que saben estar
y ser, que sienten a pesar de la distancia, que ronronean al caer la tarde, que
mantienen recuerdos a base de fotografías y risas silenciosas.
Los amigos nacen
por casualidad y solo algunos se quedan toda la vida.
1 comentario:
Como siempre,sigues enamorándome con tus temas,no sabes cuánto te envidio...!!!
Un beso grande,TE QUIERO mucho...
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