Hay rincones en casa que mantienen esa indómita
materia que nos une. La luz cálida de la tarde que aterciopela el sillón, la
fragancia intensa a cítricos que llega desde el jardín y se mezcla con la del
vinilo que suena en el gramófono, Musica
Notturna delle Strade di Madrid, de Boccerini, la ligera virtualidad del espejo
donde a ratos vemos pasar la vida, la regia textura de los libros
reconvertidos, tu perfume al llegar a casa.
Me siento y retomo el libro que abandoné ayer sobre
la cómoda. Dispongo de un rato para perderme entre su historia antes de que
vuelvas. Después te emplazaré en la terraza, una copa de vino, el Cannon en D major de Pachelbel y la salvaje
nocturnidad con la que nos enlazamos sin más.
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