Tardé en darme cuenta de
que lo que había alcanzado hasta este momento era lo único que había estado
deseando toda la vida. Y me di cuenta al salir de casa. Frente a mí, el Padre
Teide, alzándose entre nubes vespertinas, el sol acicalaba la terraza, en la
mesa un café solo y una margarita blanca, en el estéreo sonaba “Leave the light
on”, no era nuestra canción pero podría haberlo sido. Me asomé buscándote, ni
rastro, me senté inquieta, no era un día especial, ni teníamos nada que
celebrar, hacia tiempo que olvidamos los cumpleaños y tan solo disfrutábamos
del día.
Me tomé el café al
tiempo que concluía la canción. En esto rompió el silencio una de los “Guns and
roses”, sonreí, así es como se empezaban las mañanas, a ritmo de rock. Me cansé
de esperar y me acerqué a la barandilla del mirador, abajo estaba la moto, y
dos cascos sobre el asiento. “¿Te vienes?”, me di la vuelta, estabas en la
puerta mirándome con deseo.
Aquel día recorrimos la
isla a bordo de dos ruedas, salimos al amanecer y regresamos al atardecer. Y es
que no necesito nada mas que compartir aquello que me hace feliz contigo, poco
importan los horarios, si es ayer, hoy o mañana, lo importante, lo realmente
importante es levantarse cada mañana y decidir que ese día será único y
especial.
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