No sé ni en qué día vivo. Regreso a casa algo
acalorada, me revienta tanto calor, se me nubla la vista y no sé organizar
palabras encadenadas, ni sugerirte una madrugada de esas locas que tanto nos
enloquecen. Y es cierto que adoro que estés en mi vida, que me encanta saberte
y notarte, y en ocasiones sentirte más allá de la piel, mas en estos momentos
no veo el momento de desnudarme, de dejar caer sobre mi cuerpo una gélida
lluvia de andar por casa y de encerrarme. Me interrogas tácitamente si necesito algo mientras
en el estéreo suena Madeleine Peyroux, te observo a golpe de abanico y cierro
los ojos, me invade una suave sensación de alivio, noto tus manos moldeando mis
pies. A veces me pregunto qué verías en mí aquella noche.
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