No fueron ni 67 ni 68 los besos que me
diste al despedirme esta mañana. Amanecí sabiendo a despedida ñoña, y me acordé
de aquel amigo que me enseñó a conjugar melancolías, que no tristezas, “yo
ñoño, tú ñoñas…”
Cuando regresaste de la tarde me crucé
con tus ojos. Acerqué los míos a tus manos y me besaste con ellas. Mientras
preparabas la cena observé tu espalda, deseé perderme en ella al anochecer.
“Fueron 69 ósculos rematados en tequila
bajo las sábanas”, te comenté, “los que marcaron este amanecer”. Arrancaste mi
camisón y me dijiste, “déjate de ñoñerías, lleguemos a los 100”.
1 comentario:
Muy original y mimoso el verbo ñoñar, vaya imaginación. Solo tú.
La foto me recordó el mojito,me apetece dar un sorbo...
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