El sábado pasado día 9 de junio, la generación del 69 se reunió por sus 25 años de la finalización de estudios en el CEI, o Universidad Laboral, que es como yo la llamaba. Había un programa de actos, maravillosamente preparado por Colme, Susi, Mon, Sonia, Raúl; camisetas con el logo creado por nuestro diseñador gráfico Jesús Barroso, y es que hemos ido creciendo y muchos de nosotros hemos cumplido sueños.
La hora del encuentro: 11:30 AM, lugar: CEI, aunque cuando todos aparecieron ya era más del mediodia, reconocimiento del lugar y vino español.
Confieso, a modo de paréntesis, que al entrar en el edificio, por las puertas de madera, las mismas que las existentes en aquella época, y ver los mismos azulejos, los mismos baldosines, creí entrar en el pasado, me imaginé subiendo a clase, a primero A, nerviosa y tímida, asustada al ver a los "gamberretes" de clase, que me hacían ruborizar tanto. Y me sentaba en la última fila, junto a la ventana, y miraba por ella, y allí, desde las nubes pasaba la mañana creando historias.
Tras ese momento mágico, vino español, que mejor decir vino de Tomas Vega, pedazo bodeguero, con vinos De puta madre, y no es que esté diciendo un taco, es que se llama así el vino y yo lo he probado y es así como sabe.
Y nos fuimos a comer a Casa Mariano, un restaurante zamorano donde manducamos "Arroz a la zamorana", como bien merecía la ocasión.
Tras el segundo, el postre, los chupitos y el café, regresamos al CEI, al gimnasio, para las actuaciones, homenajes, recuerdos y risas, todo ambientado con música de los 80. Sí, recordé cuando me rompí los ligamentos jugando al baloncesto, las espalderas, ahora está más modernizado pero los vestuarios siguen igual y volví de nuevo al pasado, a esos cigarrillos que me fumaba antes del entrenamiento junto a un botellín, qué locuras de adolescente.
Tras la actuación de un gran monologuista, Rubén Salas, y una lectura de algunos de mis micros, la actuación del grupo Kkville. Entrega de premios y cena fría en el mismo edificio, todo regado con vino y cerveza.
A eso de las once hizo entrada, y muchos rompimos a llorar, Inmaculada Villalobos, la profesora de latín que tuvimos casi todos, se me agolparon de repente los recuerdos, que desbocados querían salir y lo hicieron, a través de mis lágrimas. Qué gran momento.
La verdad es que fue un día muy especial, de esos que no olvidaré nunca. Gracias a los que lo hicieron posible por su tesón, constacia, o como queráis llamarlo, pero sin este impulso posiblemente no nos hubieramos reunido.
PD: Tras la cena fuimos a un local de Zamora a bailar música de nuestros años, los 80, y me sentí de nuevo joven, alocada, risueña y soñadora...
Han pasado 25 años pero me sigo reconociendo en cada paso que doy.
HASTA PRONTO COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS
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