Llevaba días vigilándole. En la agencia me habían indicado que le siguiera sin que se diera cuenta. El tipo en cuestión era algo inquieto. Había abandonado su vivienda la tarde del jueves y, junto a otro individuo, habían tomado un avión en dirección a Lanzarote. Yo tenía órdenes de seguirlo hasta el infinito y mucho más, así que compré un billete de última hora y subí al aeroplano con la intención de conocer todos sus movimientos. En el interior, me senté en la parte de atrás, de esa manera podía observarle. Colocó su bolso en el compartimento superior mas dejó a mano un libro y música. Su acompañante pidió una almohada. El viaje, que duró poco más de hora y media, fue entretenido. Mientras yo leía podía verle reírse y tomar fotos a diestro y siniestro. Ya me habían comentado que andaba algo enganchado a la fotografía.
Una vez en tierra tomaron un taxi que les condujo al hotel. Le seguí y pedí una habitación en el mismo edificio, pared con pared, el dinero y un buen escote hacen milagros. Sabía cuándo despertaba y cuándo dormía, y el resto del tiempo siempre estaba cerca de él.
El informe iba perfecto, cada día al llegar a la habitación escribía sobre sus movimientos, hasta la noche que se fijó en mí.