Me encuentro frente a mí con el espejo empañado por el vaho de la ducha,
observo mi estado y sonrío, enumero las arrugas que surcan la comisura
de mis labios y vuelvo a sonreír, cierro los ojos y pienso en todos los
instantes hilarantes, los abro y reconozco cada una de ellas, incluso
aquellas que recibieron una lágrima una tarde de lluvia. Me preparo para
abarcar con mis brazos la sentencia: me importo, me quiero y me
reconozco.
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