Es sábado y creo que te amo.
Afuera llueve, tintinean los cristales desde la
siesta. Intenté dormitar un sueño o dos, más tarde pretendí esperarte
despierta, pero acabé perdiéndome, abandonándome entre todos nuestros
recuerdos, entre la cebada y los nocturnos, entre tu boca y tus manos, siempre
en el infinito de un lecho vacío.
Me besas para despertarme, me retiras un mechón de
pelo que se me ha quedado enganchado en el pendiente, me observas
profundamente, tanto que los lepidópteros se vuelven locos en mis entrañas. Te
sonrío y tú te inclinas de nuevo, me rodeas con tus brazos hasta alcanzar la
intimidad deseada, te incorporas algo presuntuoso, sabes de mis debilidades,
conoces esos rincones de mi cuerpo que estallan con una simple caricia, dominas
la contienda bajo las sábanas y la conciliación sin ellas.
Te sigo en silencio, hay madrugadas en las que
sobran las palabras, es sábado y te amo.
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