Adoro el infinito de tu espalda,
ese que se entrevé entre las sábanas arremolinadas al entrar en el dormitorio.
Te giras ligeramente alcanzando el lado cálido de la cama y notas mi ausencia,
te incorporas y me ves, me tiendes los brazos y yo sonrío, me pierde tu mirada,
esa con la que me estremezco sin que me toques. Salto y me recoges con ternura,
y me besas impetuoso, me acelero al sentir tus manos recorriendo mis curvas, me
encantan los amaneceres que saben a cruasanes, que huelen a café, que se
sienten con los dedos, que suenan a nosotros, amaneceres infinitos, como un día
contigo.
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