Para siempre. Lo sueltas sin
previo aviso y me quedo mirándote a los ojos esperando el contexto, o
mismamente el hecho. Y es que llevo todo el día con esa extraña sensación de
asedio, de sitio permanente, qué hartazgo. No ha dejado de llover desde el
amanecer y no veo el momento de escapar de la monotonía absurda y encargar un
atardecer inolvidable al borde del sofá, contigo, tampoco pido tanto. Me invitas a cancelar mis citas,
a deshacer los nudos del día, me aconsejas darme un baño de espuma, me
acaricias la sinuosa cadencia de mi columna y siento un húmedo escalofrío. Parece que llueve para siempre,
comentas insistente, y me inclino sobre ti, e imagino el desenlace nocturno
mientras en la chimenea crepita el fuego y fuera, la climatología parece
detenerse.
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