domingo, 27 de agosto de 2017

Para siempre...

Para siempre. Lo sueltas sin previo aviso y me quedo mirándote a los ojos esperando el contexto, o mismamente el hecho. Y es que llevo todo el día con esa extraña sensación de asedio, de sitio permanente, qué hartazgo. No ha dejado de llover desde el amanecer y no veo el momento de escapar de la monotonía absurda y encargar un atardecer inolvidable al borde del sofá, contigo, tampoco pido tanto.
Me invitas a cancelar mis citas, a deshacer los nudos del día, me aconsejas darme un baño de espuma, me acaricias la sinuosa cadencia de mi columna y siento un húmedo escalofrío.
Parece que llueve para siempre, comentas insistente, y me inclino sobre ti, e imagino el desenlace nocturno mientras en la chimenea crepita el fuego y fuera, la climatología parece detenerse. 


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