viernes, 16 de diciembre de 2016

El dolor...

El dolor se define como una sensación molesta. Puede ser física o psíquica. Duele. Siempre duele.

Este desconsuelo trabaja a destajo cuando sufrimos un impacto inesperado, comienza en el cerebro y baja a través del tronco encefálico para informar a cada una de las partes implicadas qué va a ocurrir. A los pies les pondrá un peso devolviendo la imagen de un preso con su bola; a las piernas por inducción las bloqueará; al alma le impedirá seguir, confiándole un secreto terrible, ese que dice que está sufriendo por algo imposible de reparar; y al corazón le arrancará el latido, le golpeará con fuerza y le sacará el aire.

Nuestra misión es mucho más sencilla que la de esta aflicción, solo debemos atacar a un miembro, el que pone en funcionamiento todo este mecanismo, se le llega con los ojos bien abiertos y una sonrisa en los labios, se le embiste sin dudas, se le dice, “me dueles, las magulladuras y moratones saldrán con el tiempo, pero con el tiempo se irán, y yo seguiré, aquí, viviendo, porque yo puedo y porque estoy viva”.

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