En el hotel no habían recibido ninguna orden del
exterior, ningún mensaje, el desayuno comenzaba a las 7 AM, la cena a las 7 PM.
Alimenté mi desaliento con una cerveza en el bar del hall, revisé los correos,
interpreté las ausencias y subí a la habitación capicúa.
Llené la bañera, puse algo de música y me evadí. Llamaron
a la puerta, me incorporé y me cubrí con una toalla, entreabrí la puerta, un
empleado portaba una nota en blanco, la miré y la dejé sobre la cama. Terminé
de secarme y regresé a la habitación, “Buenas noches, querida”, dijiste con una
botella de champagne en la mano.
Si hay algo que me vuelve loca de ti es esa
increíble capacidad que tienes para sorprenderme, para modelar las estructuras
hipotéticas, para hacer que tire la toalla sin tocarme.
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