martes, 3 de mayo de 2016

Enciendo la luz del pasillo...

Enciendo la luz del pasillo, tú apagas la de la cocina, abro la ventana del dormitorio, tú cierras la puerta.
Érase una noche de esas que llevan una coreografía y se escuchan más allá de la madrugada, de esas que resbalan como las sabanas a lo largo de mi cuerpo. Tomas mis manos y me besas, inmovilizas mis caderas y vuelves a rozarme los labios hasta profanar mis palabras, las que no permites que abandonen mi alma y aquellas que llevan un sello implícito de deseo.
Me giro sobre mi misma y te abarco con mis piernas, arrastro mi pelo sobre tu pecho mientras te acelero mordisqueándote. Me comentas que hace días que mi perfume vaga por entre los pliegues de tu piel, que cuando apago la luz de la habitación sueñas con mi boca, que mis ojos te desvelan. Y yo te susurro al oído que en tu cuerpo concibo las historias más increíbles, que con él saboreo la calidez del fuego y la humedad del mar, que en noches como esta estamos en medio de la nada y al principio de todo.


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