Esos segundos se agarran a la piel cada día para que no nos olvidemos de que siempre hay una segunda vez.
sábado, 21 de mayo de 2016
Al dos se le acusa de que nunca fue el primero...
Al dos se le acusa de que nunca fue el primero, y
es cierto, pero nada sabe como ese segundo café del día mientras ventean las
sabanas en la terraza, ese segundo beso tuyo antes de entrar en la ducha, el
que recibo cuando aún remoloneo en la cama, incluso la segunda cucharada de
helado de chocolate blanco con yogur gusta más que la primera. Ese segundo día
que compartimos tras una larga temporada ausentes, el segundo chiste que nunca
pillo, el estornudo que lleva tras de sí una retahíla a eso de las once de la
noche. La segunda palabra pronunciada mirándote a los ojos, tu segundo de silencio,
la segunda cerveza compartida frente al mar, aquella segunda cita que tuvimos,
mi inquietud segundada, tu segundo de gloria.
Esos segundos se agarran a la piel cada día para que no nos olvidemos de que siempre hay una segunda vez.
Esos segundos se agarran a la piel cada día para que no nos olvidemos de que siempre hay una segunda vez.
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