viernes, 2 de octubre de 2015

Dicen que nada es para siempre...

Dicen que nada es para siempre, y yo pienso en tu sonrisa y en tus labios, y me dejo conquistar por tu mirada, esa que hallo cada día al despertar. A veces remoloneo buscándote entre las sabanas al tiempo que el despertador resuena cada cinco minutos. Las mañanas habitualmente juegan al escondite con nosotros, corro a la ducha, qué tarde es, huele a café, ya no estás, y tu nota junto al desayuno. Camino del trabajo escucho ese tema que se oía el día que nos conocimos, “Never known a love like this”, sonrío y se me aceleran las mariposas, que no el coche, y caigo en el tópico de pensar en ti a demasiadas revoluciones.

Y al llegar la tarde regresas y, como cada atardecida, me encuentras desconectada jugando con las palabras, me cubres los ojos y me besas en el cuello, siento tu perfume y el calor de tus manos en mi pecho, me quitas los auriculares, me desnudas y me envuelves en tu abrazo.

No sé si todo lo que empieza tiene un final, si algún día dejaré de madrugar a tu espalda, si el café me sabrá a quemado, si ese tema me retumbará hasta volverme sorda, si habrá un último atardecer para nosotros. Yo solo me dejo llevar, atardece un día más mientras escribo, estás a punto de llegar, regresarás a mi piel y yo a tu boca, hay melodías que no cambian a pesar de la música y de la letra.




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