domingo, 23 de agosto de 2015

Me encanta el jazz...

Me encanta el jazz. Sobre todo a estas horas en las que te observo como te quitas la camisa. Desabrochas los botones como si de una operación a corazón abierto se tratara, con mucha calma, mirándome profundamente hasta sacudirme por dentro.

Lo sé, el amor no es una ciencia exacta, lo estuvimos hablando anoche cuando me servías esa copa de vino blanco. Hay historias que comienzan en un café, otras al cabo de unos días, algunas se cuecen lentamente, hay algunas que surgen casi al concluir. La nuestra es de las únicas, ya te lo dijo el vendedor de periódicos de la esquina, “lo que usted tiene no lo he visto yo, son ustedes un fenómeno extraordinario”. Recuerdo que me eché a reír, ni tú ni yo creemos en el amor perfecto, somos de los de sentir y tocarse, de los de amar cuando llega el momento y de disfrutarlo mientras dure, no de prolongarlo hasta convertirlo en un esperpento de lo que fue. Quizá por eso seguimos juntos, porque nada es previsible entre nosotros, no existe rutina ni dependencia, formamos una de esas extrañas parejas que se arropan cuando hace frio y se despegan si hace demasiado calor, conversamos sobre todo y escuchamos jazz al atardecer.



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