miércoles, 10 de septiembre de 2014

Los amores prescriben...



Los amores prescriben, eso me dijeron cuando fui a cumplimentar el formulario de relaciones sensatas. El individuo que me interrogaba vestía un traje ajado y miraba por encima de las gafas, no gesticulaba y llegué a pensar que me encontraba ante un muñeco programado para casos de emergencia, como el mío.  “Su amor ha prescrito, señora”, “¿señora?” Le dije, “pero usted con quién piensa que está hablando”, me miró sorprendido y respondió: “con una señora de mediana edad que quiere cancelar sus relaciones para emendar su vida”. Salí de la oficina llena de dudas, los amores caducan, eso significa que mi primer amor ya forma parte de un diario, y los siguientes han dejado de ser sustantivo para convertirse en pronombres demostrativos, “aquel”, “ese”, nunca más serán ese estado temporal del alma lleno de mariposas, jamás formarán parte del presente intacto y menos del futuro aventurero.
Los amores vencen como lo hacen los medicamentos que compramos compulsivamente en la farmacia para dolores pasajeros. Los amores llegan a tu vida, unos arrasan y tatúan instantes bajo tu piel, otros finalizan antes del amanecer, hay algunos que abandonan antes de empezar la batalla, y existen algunos inconclusos que cada noche aparecen en la esquina de tu cama con los ojos cerrados porque aún no se dieron cuenta de que forman parte del absurdo.

Sin embargo, hay amores que aún están por venir, los de los aleteos en el estómago, los que arriesgan en la tempestad, los que besan despacio y abrazan con caricias, a esos, les dedico este instante. A uno de esos espero cada noche bajo las sábanas.

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