sábado, 29 de noviembre de 2008

Aquellas frías tardes de invierno

No recuerdo cuándo fue que me dijiste que todo había cambiado.

El portal se cerró hiriente, chirriante, mientras el agua nieve celebraba la despedida. Recuerdo, eso sí, qué llevabas puesto, camisa de cuadros azules, jersey azul marino cuello en pico, pantalones de pana tostados, chaqueta marrón, de pana también. Tenías una pequeña cicatriz sobre la ceja de alguna bota de fútbol, durante el recreo, y a la espalda, la cartera de piel plastificada marrón oscura.

Agonizaba la tarde y el tiempo sabía que llegaría el momento de decirnos adiós.

A partir de aquel día los días se volvieron grises, la nieve avecinaba la llegada de la Navidad, luces en las calles. En la plaza pusieron un enorme árbol que adornaron durante horas y que luego se tornó níveo. Las tiendas anunciaban la llegada de los Reyes Magos con regalos y colores en los escaparates.

Y yo sólo quería jugar contigo.

Me he dado cuenta de que las despedidas tienen el mismo dejo vayas donde vayas, tengas la edad que tengas y seas quien seas.

Feliz tarde de nieve.

2 comentarios:

manuel_h dijo...

qué bonito, y qué triste!!!

y nunca terminamos!

Glo dijo...

no, nunca terminamos de encontrarnos, reencontrarnos y despedirnos...mas lo que yo prefiero son los reencuentros.